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La Masonería Operativa fue en su tiempo gloria y fuerza de progreso y la Masonería Especulativa fue sólido pilar de la Modernidad. Pero entre los Operativos, que justificaron su quehacer edificando hermosos Templos a la Gloria del GADU, y los Especulativos, que colaboraron -y mucho- a formular y radicar los Derechos Humanos como motor de progreso, justicia e igualdad, hay de por medio una herejía masónica de la que solemos hablar poco. | La Masonería Operativa fue en su tiempo gloria y fuerza de progreso y la Masonería Especulativa fue sólido pilar de la Modernidad. Pero entre los Operativos, que justificaron su quehacer edificando hermosos Templos a la Gloria del GADU, y los Especulativos, que colaboraron -y mucho- a formular y radicar los Derechos Humanos como motor de progreso, justicia e igualdad, hay de por medio una herejía masónica de la que solemos hablar poco. | ||
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Aktuelle Version vom 29. Juli 2016, 08:39 Uhr
La belleza como verdad
por Alfredo Melgar
La Masonería Operativa fue en su tiempo gloria y fuerza de progreso y la Masonería Especulativa fue sólido pilar de la Modernidad. Pero entre los Operativos, que justificaron su quehacer edificando hermosos Templos a la Gloria del GADU, y los Especulativos, que colaboraron -y mucho- a formular y radicar los Derechos Humanos como motor de progreso, justicia e igualdad, hay de por medio una herejía masónica de la que solemos hablar poco.
Periclitado el tiempo de las soberbias catedrales y transferida la enseñanza del Arte Real a la Universidad, comenzó por fuerza de los hechos la lenta decadencia Operativa. De haber continuado por entonces fiel a sus tradiciones y a su origen, la Masonería hubiera agonizado hacia su extremaunción irremediable. Y si, en un desesperado intento por sobrevivir, la Orden se hubiera anclado con ahínco a la ortodoxia, hubiera fenecido y hoy sólo quedaría de ella la memoria gloriosa del pasado.
Cuando, en los albores del siglo XVIII, algunos masones británicos propusieron que las logias aceptaran en su seno a miembros de gremios diferentes al de los constructores y la Gran Logia de Londres hizo suyo finalmente tal envite, los ortodoxos se rasgaron las vestiduras clamando respeto a la tradición y a las costumbres. Pero toda obra humana incapaz de renovarse, decae y desaparece. Si los nuevos masones especulativos del siglo XVIII no hubieran actualizado la antigua asociación adaptándola a los cambios sucedidos a lo largo de siglos y avatares, hoy sólo quedarían de ella recuerdos y evocaciones cargadas de nostalgia.
Pero ninguna renovación perdura eternamente. Sigue girando la rueda de la vida y cambian la perspectiva, los valores, las costumbres. Lo que ayer fue regeneración y dinamismo, tórnase freno con el tiempo; el iconoclasta de ayer reclama prudencia y ortodoxia a los que hoy reclaman, a su vez, nuevas lecturas. Es ley de vida y muerte, alquimia que pudre para regenerar.
La herejía de Londres cambió el curso de la Historia e insufló nueva vida a una Orden que estaba en decadencia. La reunión de los oficios liberales de la pujante burguesía en el ámbito fraternal y ordenado de la logia, facilitó el debate que generó, por una parte, el asalto final a los Antiguos Regimenes monárquicos que se mostraban incapaces de gestionar las fuerzas emergentes de la Modernidad y, por la otra, de articular los nuevos códigos constitucionales que dieron fundamento a los Estados de Derecho que disfrutamos actualmente.
Cumplidos los objetivos históricos de esa tarea regeneradora durante los siglos XVIII y XIX, la Masonería, durante el siglo XX, queda en buena parte vacía de sentido a causa, precisamente, del éxito de su contribución cumplida. Otrora líder de progreso, pero sin nuevos objetivos claros y estimulantes, la Masonería comienza a ir a remolque del acontecer social, con poca lucidez y evidente carencia de energía para analizar la realidad y posicionarse.
Hoy, la Orden sobrevive gracias a las rentas adquiridas en siglos precedentes. Por eso la memoria de su época dorada más reciente, la especulativa, es referencia nostálgica para los que parecen ignorar que hablar más en tiempo pasado que en presente es síntoma inequívoco de senectud y deterioro.
Como en el siglo XVIII, la Masonería da síntomas muy claros de necesitar una nueva lectura, lúcida y valiente, del presente. La misma lucidez y determinación que animó, siglos atrás, a los herejes especulativos. Buen ejemplo de su actual desfase respecto de sus propios postulados e históricas conquistas, es la exclusión de la mujer de la mayoría de las Obediencias masónicas del mundo. Una asociación que postula la Justicia y la Igualdad pero excluye de su seno a las mujeres, demuestra una incoherencia palmaria y preocupante. No hay masón que pueda justificar esa exclusión de una asociación que ayudó a instaurar los Derechos Humanos en el mundo. Esa espectacular contradicción queda mitigada sólo en parte por la existencia de las escasas Grandes Logias mixtas o que asumen, como la Gran Logia Simbólica Española, la triple opción de sus logias a ser mixtas, femeninas o masculinas de acuerdo a la libre voluntad de sus HH.
Para que la Masonería vuelva a ser faro y referencia, es necesario que la coherencia le restituya la credibilidad. El problema de la Masonería no está en el qué -puesto que sus postulados de fondo gozan de plena actualidad- sino en el cómo, es decir, en cómo cumple –o no cumple- su compromiso con esos postulados.
Pero en Masonería el qué es el cómo, pues en ella se cumple al extremo el postulado de que el fin viene configurado por los medios. Es decir, que el andar hace el camino; que lo que haces, te hace. Cuando la herramienta intelectual de aproximación a la realidad se basa en la lectura e interpretación de sus valores simbólicos, ningún aspecto de esa realidad es banal; todo adquiere valor y sentido: el gesto, la intención, la palabra, el trabajo, el espacio ritual… y la relación, indisociable y a todos los niveles, entre ética y estética…
Sí: la estética como expresión integral e insustituible de la ética. Soy lo que parezco porque parezco lo que soy.
Nuestra contribución a la recuperación de la credibilidad de la Orden mediante la coherencia entre sus postulados y sus hechos, no necesita de gestos importantes que repercutan en “lo alto”, sino de reajustar en nuestro entorno masónico -ojo avizor y lúcido el cerebro- las intenciones y los hechos.
Por eso, cuando emprendimos la construcción de un nuevo Templo, no era cuestión de echar mano de lo ya conocido y socorrido porque sí. El Logos donde los masones se reúnen y cumplen sus rituales no puede ser el fruto de un capricho estético inocente, porque ese espacio identifica e imprime carácter a todo lo que toca o representa. El Templo, el Logos, es la diáfana expresión de nuestras intenciones. La evocación estética de valores formales del pasado, subordinando simbólicamente el presente, crea una distorsión de gran calado: ¿Cómo dar sentido al presente, y cómo ser uno mismo testimonio cabal de ese presente, si se piensa y se actúa con referencias del pasado?
Hago notar que no estoy en contra del pasado… cuando es expresión de realidad. Si poseyéramos un Templo masónico del siglo XVIII, sería muy grato habitarlo con gran respeto y mimo para transmitirlo a las generaciones venideras.
Lo que no se compadece en modo alguno con el simbolismo masónico, es trabajar con maza y cincel de cartón piedra. Ese tipo de farsa es gravemente letal para el masón, porque su falso gesto de trabajar con instrumentos falsos una piedra que en verdad tampoco es tal, convertirá sus gestos poco a poco en una pantomima sin sentido.
Hemos edificado un Templo con diseño y materiales del presente sin cambiar una sola coma sustantiva, contribuyendo a dotarle de la estética que permite su lectura diáfana a la luz del tiempo y el quehacer contemporáneos. Y hemos llamado a este nuevo Templo ZOROASTRO, en honor del sublime Hermano de Salzburgo que tanta gloria y armonía tuvo a bien dejarnos por herencia.
Que la Luz de su Flauta Mágica inspire la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza de nuestros masónicos Trabajos, y que al convocar nuestros encuentros en ZOROASTRO, la sola formulación de la palabra nos infunda el calor primigenio y la esclarecida inteligencia que esa conlleva y simboliza.
He dicho.
Alfredo Melgar, Maestro Masón de la R. L. Concordia IV Nº 40, en los VV de Madrid.